martes, 13 de febrero de 2018

La reforma agraria. (Campos de la Banda Oriental. 1816)







En Buenos Aires ponen el grito en el cielo. Al este del río Uruguay, Artigas expropia tierras de la familia Belgrano y de la familia Mitre, del suegro de San Martín, de Bernardino Rivadavia, de Azcuénaga y de Almagro y de Díaz Vélez. En Montevideo llaman a la reforma agraria proyecto criminal. Artigas tiene presos, con hierros en los pies, a Lucas Obes, Juan María Pérez y otros artistas del minué y de la manganeta.

    Para los dueños de la tierra, devoradores de leguas comidas por merced del rey, fraude o despojo, el gaucho es carne de cañón o siervo de estancia, y a quien se niegue hay que clavarlo en el cepo o meterle bala. Artigas quiere que cada gaucho se haga dueño de un pedazo de tierra.

    El pobrerio invade las estancias. En los campos orientales, arrasados por la guerra, empiezan a brotar ranchos, sementeras y corrales. Se hace atropellador el paisanaje atropellado. Se niegan a volver al desamparo los hombres que han puesto los muertos en la guerra de independencia. El cabildo de Montevideo llama forajido, perverso, vago y turbulento a Encarnación Benítez, soldado de Artigas, que galopa repartiendo tierras y vacas al frente de un tropel de malvados. A la sombra de su lanza encuentran refugio los humildes, pero este pardo analfabeto, corajudo, quizás feroz, nunca será estatua, ni llevará su nombre ninguna avenida, ni calle, ni caminito vecinal.


La memoria del fuego.
II. Las caras y las máscaras.
 Eduardo Galeano



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