martes, 9 de agosto de 2016

Ser Duncan el Alto



Dunk fue a buscar a Egg y luego se acercó a ella.

-¿Sí, mi señor?- inquirió la chica con la mirada de reojo y un atisbo de sonrisa. Dunk le sacaba una cabeza, pero aun así era la muchacha más alta que había visto en la vida.

- Ha estado muy bien- comentó Egg con entusiasmo-. Me encanta como mueves a Jonquil, al dragón, a todos los que has sacado. El año pasado vi otra función de marionetas, pero se movían como a trompicones. Las tuyas tienen más gracia.

- Eres muy amable – respondió la joven con cortesía.

- Y tus muñecos están muy bien tallados- intervino Dunk-. Sobre todo el dragón: es temible. ¿Los hacéis vosotros?

-Mi tío los talla y yo los pinto- explicó ella.

-¿Podrías pintarme una cosa? Te pagaré- Se descolgó el escudo del hombro y se los mostró-. Quiero tapar el caliz.

La chica examinó el escudo y luego clavó los ojos en él.

-¿Qué quieres que pinte?

Dunk no se había parado a pensarlo. ¿Qué podía lucir en lugar del cáliz alado? No se le ocurría nada. “Dunk el Tocho, seso de corcho.”

-Pues…no sé. – Con horror se dio cuenta de que las orejas se le estaba poniendo coloradas-. Ay, estoy comportándome como un bufón. Todos los hombres son bufones y todos los hombres son caballeros.

La muchacha sonrió.

-¿Qué colores tienes?- preguntó. A ver si eso le daba alguna idea.

-Puedo mezclar las pinturas para conseguir el color que quieras.

A Dunk siempre le había parecido tristón el leonado del anciano.

- Me gustaría el campo del color del ocaso- decidió de repente- Al anciano le gustaban los ocasos. Y la figura…

-Un olmo- intervino Egg-. Un olmo grande, como el de la poza, con el tronco marrón y las ramas verdes.

- Sí, buena idea- corroboró Dunk-. Un olmo…pero con una estrella fugaz encima. ¿Podrías pintarlo?

-Claro. Dame el escudo; está noche te lo pintaré y así lo tendrás para mañana.

-Me llaman ser Duncan el Alto.- Dunk le entregó el escudo.


El caballero errante
George R.R. Martin.


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