miércoles, 26 de enero de 2022

Sandoq, la sombra


 

                Sus enemigos se abalanzaron sobre él entre gritos, aullidos e imprecaciones, pero la Sombra no emitió otro sonido que el del acero; se abrió paso entre ellos silencioso como un gato, con la espada silbando de derecha a izquierda y de arriba abajo, haciendo brotar sangre con cada tajo, mordiendo la cota de malla como si de pergamino se tratara. Champiñón, que afirma haber presenciado la batalla desde el tejado, declara que «no parecía un combate a espada; más bien un granjero cosechando cereal. Segaba los tallos con un movimiento tras otro, pero aquellos tallos eran personas vivas, que gritaban y maldecían al caer». Los hombres de ser Amaury no carecían de coraje, y algunos vivieron lo suficiente para asestar sus propios golpes, pero la Sombra, siempre sin detenerse, los bloqueaba con el escudo y los empujaba del puente hacia las hambrientas picas de hierro que había debajo. 

A Amaury Peake debe reconocérsele que su muerte no deshonró a la Guardia Real: tres de sus hombres yacían muertos en el puente levadizo, y otros dos se retorcían en las picas de debajo, cuando desenvainó su espada del talabarte. «Bajo la capa blanca llevaba una armadura de escamas blancas —narra Champiñón—, pero el yelmo le dejaba la cara al descubierto, e iba sin escudo; Sandoq le cobró un alto precio por esas carencias.» Cuenta el bufón que la Sombra lo convirtió en un baile: cada vez que causaba una herida a ser Amaury, mataba a uno de sus subalternos antes de volver a dedicarle su atención. Sin embargo, Peake continuó luchando con valor y obstinación, y cerca del final, durante un instante, los dioses le concedieron una oportunidad cuando el último guardia se las ingenió para aferrar la espada de Sandoq y arrancársela de la mano antes de precipitarse desde el puente. Ser Amaury, que estaba caído de rodillas, se incorporó y cargó contra su enemigo desarmado. 

 Sandoq arrancó el hacha de Viserys de la madera donde estaba clavada y partió por la mitad el casco y la cabeza de ser Amaury, de la cimera al gorjal. Dejó que el cuerpo se derrumbara sobre las picas, y se tomó su tiempo para arrojar al foso a los muertos y moribundos antes de volver a entrar en el Torreón de Maegor, donde el rey ordenó levar el puente, bajar el rastrillo y atrancar las puertas. El alcázar de dentro del alcázar estaba protegido. 

Y así continuaría durante dieciocho días.

 

Fuego y sangre.

G.R.R. Martin.

 

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