—Bueno —dice el Ciudadano—, ¿cuáles son las últimas noticias del teatro de acción? ¿Qué han decidido sobre la lengua irlandesa esos imbéciles del ayuntamiento en su reunión de comité?
O’Nolan, revestido de luciente
armadura, inclinándose profundamente prestó homenaje al poderoso y alto y
valiente de toda Erín y le dio a conocer cuanto había acaecido, cómo los graves
ancianos de la más obediente ciudad, la segunda del reino, se habían reunido en
el mesón, y allí, tras de las debidas plegarias a los dioses que moran en el
éter supremo, habían celebrado solemne consejo a fin de que, si posible fuera,
se volviera a dar honor una vez más entre los mortales a la alada lengua de la
tierra gaélica dividida por el mar.
—Ya está en marcha —dice el Ciudadano—. Al demonio con esos jodidos sajones brutales y su patois.
—Ya está en marcha —dice el Ciudadano—. Al demonio con esos jodidos sajones brutales y su patois.
Conque J. J. mete baza haciendo su
papelito sobre que cada cual ve las cosas a su modo y que no hay que cerrar
los ojos y la táctica de Nelson de poner el ojo ciego en el catalejo y redactar
una acusación contra un país entero y Bloom intentando apoyar la moderación y
joderación y sus colonias y su civilización.
—Su sifilización, querrá usted decir —dice el Ciudadano—. ¡Al demonio con ellos! ¡Que la maldición de ese Dios que no sirve para nada les caiga de medio lado a esos jodidos hijos de puta con sus orejas largas! No tienen música ni arte ni literatura que merezca tal nombre. Lo que tengan de civilización nos lo han robado a nosotros, esos hijos tartamudos de fantasmas de bastardos.
—Su sifilización, querrá usted decir —dice el Ciudadano—. ¡Al demonio con ellos! ¡Que la maldición de ese Dios que no sirve para nada les caiga de medio lado a esos jodidos hijos de puta con sus orejas largas! No tienen música ni arte ni literatura que merezca tal nombre. Lo que tengan de civilización nos lo han robado a nosotros, esos hijos tartamudos de fantasmas de bastardos.
—La familia europea —dice J. J.
—...
—...
—Ésos no son europeos —dice el
Ciudadano—. Yo he estado en Europa con Kevin Egan, en París. No se encuentra
una huella de ellos ni de su lengua en toda Europa excepto en elcabinet
d’aisance.
Y dice John Wyse:—Muchas flores nacen para ruborizarse sin ser vistas.
Y dice John Wyse:—Muchas flores nacen para ruborizarse sin ser vistas.
Y dice Lenehan, que sabe un poco de
la jerga:—Conspuez les Anglais! Perfide Albion!
Dijo así y luego elevó en sus
grandes, rudas y forzudas manos atezadas el búcaro de oscura y espumosa cerveza
fuerte y, lanzando su grito de guerra tribal,Lamh Dearg Abu, bebió por la
aniquilación de sus adversarios, raza de poderosos héroes valientes, señores de
las olas, que están sentados en tronos de alabastro, silenciosos cual los
dioses libres de muerte.
Ulises.
Capítulo 12 -Cíclopes.
James Joyce.
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