martes, 23 de junio de 2015

El domador de dragones




VISERION!– Chasqueó el látigo en el aire, con un chasquido que hizo eco en las paredes ennegrecidas. La pálida cabeza se alzó. Los grandes ojos oro se estrecharon. Volutas espiral de humo se elevaron de las ventanas de la nariz del dragón.

–Abajo– ordenó el príncipe. «No debes dejar que huela tu miedo». –Abajo, abajo, abajo.–

Movió el látigo alrededor y dio un latigazo en el rostro del dragón. Viserion siseó. Y un viento caliente lo abofeteó y oyó el sonido de las alas de cuero y el aire se llenó de cenizas y escorias, y un rugido monstruoso fue haciendo eco en los ladrillos quemados y ennegrecidos y se podía oír a sus amigos gritando salvajemente. Gerris lo estaba llamando por su nombre, una y otra vez, y el hombre grande, –detrás de ti, detrás de ti, detrás de ti!

Quentyn dio la vuelta y colocó su brazo izquierdo sobre su cara para proteger sus ojos contra el viento infernal.

«Rhaegal», recordó, «el verde es Rhaegal».

Cuando levantó el látigo, vio que éste estaba ardiendo. Su mano también. Todo él, Todo él se estaba quemando.

«Oh», pensó. Y entonces empezó a gritar.

Danza de dragones 
George R.R. Martin.

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