VISERION!–
Chasqueó el látigo en el aire, con un chasquido que hizo eco en las paredes
ennegrecidas. La pálida cabeza se alzó. Los grandes ojos oro se estrecharon.
Volutas espiral de humo se elevaron de las ventanas de la nariz del dragón.
–Abajo–
ordenó el príncipe. «No debes dejar que huela tu miedo». –Abajo, abajo, abajo.–
Movió
el látigo alrededor y dio un latigazo en el rostro del dragón. Viserion siseó.
Y un viento caliente lo abofeteó y oyó el sonido de las alas de cuero y el aire
se llenó de cenizas y escorias, y un rugido monstruoso fue haciendo eco en los
ladrillos quemados y ennegrecidos y se podía oír a sus amigos gritando
salvajemente. Gerris lo estaba llamando por su nombre, una y otra vez, y el
hombre grande, –detrás de ti, detrás de ti, detrás de ti!
Quentyn
dio la vuelta y colocó su brazo izquierdo sobre su cara para proteger sus ojos
contra el viento infernal.
«Rhaegal»,
recordó, «el verde es Rhaegal».
Cuando
levantó el látigo, vio que éste estaba ardiendo. Su mano también. Todo él, Todo
él se estaba quemando.
«Oh»,
pensó. Y entonces empezó a gritar.
Danza de dragones
George R.R. Martin.
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