miércoles, 3 de noviembre de 2021

Ítaca.

  


 ¿Qué espectáculo se les puso delante cuando, primero el anfitrión, luego el invitado, emergieron silenciosamente, doblemente en tinieblas, desde la obscuridad por un pasadizo desde la parte trasera de la casa a la penumbra del jardín?

El árbol celeste de estrellas cargado de húmedos frutos nocheazulados.

¿Con qué meditaciones acompañó Bloom su demostración, a su acompañante, de diversas constelaciones?

Meditaciones  sobre  la  evolución  crecientemente  más  vasta: sobre la luna invisible en su incipiente lunación, acercándose al perigeo: sobre la infinita lactiginosa centelleante incondensada Vía Láctea, discernible a la luz del día por un observador situado en el extremo inferior de un pozocilíndrico vertical hundido a 5.000 pies de la superficie hacia el centro de la tierra: sobre Sirio (alpha del Can Mayor) a 10 años–luz (57.000.000.000.000 millas) de distancia y en volumen 900 veces el tamaño de nuestro planeta: sobre Arturo: sobre la precesión de los equinoccios: sobre Orion con su cinturón y sol séxtuple Theta y su nebulosa en que podrían contenerse 100 de nuestros sistemas solares: de las estrellas moribundas y nacientes tales como la Nova de 1901: sobre  nuestro sistema que se hunde hacia la constelación de Hércules: sobre el paralaje o derivación paraláctica de las llamadas estrellas fijas, en realidad siempre móviles desde eones inconmensurablemente remotos hacia futuros infinitamente remotos en comparación con los cuales los  años; tres veintenas más diez, otorgados a la vida humana, formaban un paréntesis de infinitesimal brevedad.


¿Hubo meditaciones inversas sobre involución crecientemente menos vasta?

Sobre los eones de los períodos geológicos registrados en la estratificación de la tierra: sobre  las  miríadas  de  existencias  orgánicas  entomológicas ocultas en cavidades de la tierra, bajo piedras removióles, en colmenas y montículos, de microbios,  gérmenes,  bacterias,  bacilos, espermatozoos: sobre los incalculables trillones  de  billones  de  millones de moléculas  imperceptibles  contenidas  por cohesión de afinidad  molecular en una sola  cabeza de alfiler: sobre el universo del suero humano constelado de corpúsculos rojos y blancos, a su vez universos de espacio vacío constelado de otros cuerpos, cada cual siendo, en continuidad, su universo de cuerpos componentes divisibles, cada uno de los cuales a su vez volvía a ser divisible en divisiones de cuerpos componentes redivisibles, disminuyendo cada vez más los dividendos y divisores sin división efectiva hasta que, si se llevara suficientemente adelante el proceso, no se llegaría a nada en ningún sitio

 

  Ulises.
Capítulo 17 -Ítaca.
                       James Joyce.

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