martes, 1 de septiembre de 2020

Los bueyes del sol



Mort aux vaches, dice entonces Frank en lengua francesa, ya que había estado de aprendiz con un comerciante de aguardientes que tiene una tienda de vinos en Burdeos y hablaba francés como un caballero. Desde niño este Frank había sido un holgazán al que su padre, un alcalde de barrio, que mal podía retenerle en la escuela aprendiendo sus letras y el uso de las esferas, le matriculó en la universidad para que estudiara artes mecánicas, pero él tomó el freno entre los dientes como un potro bravo y se hizo más familiar con la justicia civil y parroquial que con sus volúmenes. Un día se le antojaba ser actor cómico, luego vivandero, o corredor de apuestas, luego nada le apartaba del reñidero de osos y gallos, luego le daba por el mar océano o por echarse a los caminos con los húngaros, secuestrando al heredero de un señor a favor de la luz de la luna o hurtando ropa blanca de una doncella o estrangulando pollos por detrás de un seto. Había estado por ahí tantas veces como vidas tiene un gato y otras tantas veces de vuelta con los bolsillos vacíos a casa de su padre el alcalde que derramaba una pinta de lágrimas en cuanto le veía. 

  Ulises.
Capítulo 14 -Los bueyes del sol.
                       James Joyce.

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