El señor Dedalus, tirándose de los largos bigotes dobló la esquina de William´s Row. Se detuvo junto a su hija.
-Ya era hora- dijo ella.
-Ponte derecha, por el amor de Dios- dijo el señor Dedalus-. ¿Tratas de imitar a tu tío John el trompetista, con la cabeza metida entre los hombros? !Dios misericordioso!
Dilly se encogió de hombros. El señor Dedalus le puso las manos en ellos y se los echó atrás.
-Ponte derecha, chica- dijo -Vas a acabar con curvatura de la columna vertebral. ¿Sabes lo que pareces?
Hundió la cabeza de repente hacia abajo y adelante, jorobando los hombros y dejando caer la mandíbula.
Ulises.
Capítulo 10 -Las rocas errantes.
James Joyce.
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