miércoles, 1 de mayo de 2019

Escila y Caribdis


 Con cara pícara, sombría como la de un decano, Buck Mulligan avanzó entonces, bufón abigarrado, hacia el saludo de sus sonrisas. Mi telegrama.

–¿Hablabas del vertebrado gaseoso, si no me equivoco? preguntó a Stephen.
Chaleco color prímula, saludó alegremente con el jipijapa que se había quitado como con un sonajero.
Le dan la bienvenida. Was Du verlachst wirstDu noch dienen.

Camada de burlones: Focio, Pseudomalaquías, Johann Máximo.
Él que se engendró a Sí mismo, Rescatador, entre Sí mismo y los demás, quien insultado por sus demonios, desnudado y azotado, fue clavado como un murciélago en la puerta de un granero, dejado morir de hambre en el árbol de la cruz, Quien se dejó sepultar, resucitó, violó los infiernos, se trasladó al cielo y allí estos mil novecientos años está sentado a la derecha de Su Propio yo pero aún ha de venir en el último día a juzgar a los vivos y a los muertos cuando todos los vivos ya estén muertos.

Eleva las manos. Caen los velos. ¡Oh, flores! Campanas y campanas y campanas en coro.
–Sí,efectivamente - dijo el bibliotecario cuáquero-. Una discusión muy instructiva. El señor Mulligan, lo juraría, tiene también su teoría sobre el drama y sobre Shakespeare. Todos los lados de la vida deberían estar representados.
Sonrió a todos los lados por igual.
Buck Mulligan pensó, perplejo.
¿Shakespeare? -dijo-. Me parece que conozco ese nombre.
Una volandera sonrisa soleada se irradió en sus tranquilas facciones.
–Ah, claro- dijo, recordando luminosamente-. Ese tío que escribe como Synge.

Ulises.
Capítulo 9 -Escila y Caribdis.
                       James Joyce.

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